El dólar estadounidense se debilita a medida que los inversores europeos y asiáticos cambian sus activos, lo que indica un cambio estructural en los flujos de capital globales.
El dólar estadounidense se encuentra hoy en una encrucijada crítica, afrontando uno de sus resultados más desafiantes en el primer semestre en casi cuatro décadas. A pesar de la demanda periódica de activos refugio y la resiliencia de los datos económicos estadounidenses, los cambios estructurales en los flujos de capital ejercen una importante presión a la baja sobre el dólar.
Esta tendencia evolutiva no se debe simplemente a una divergencia en la política monetaria, sino que refleja un reposicionamiento geopolítico, institucional y regional más amplio de los activos globales. En particular, los inversores europeos y asiáticos están liderando una retirada en dos frentes, lo que configura la narrativa tras la pronunciada caída del dólar en 2025.
El debilitamiento actual del dólar estadounidense no es un hecho aislado, sino parte de una compleja reasignación global de capital. Los estrategas cambiarios de Bank of America señalan que los fondos de pensiones y las aseguradoras europeas se han convertido en factores clave del bajo rendimiento del dólar en el segundo trimestre de 2025. Estas instituciones han reducido drásticamente su exposición al dólar a niveles no vistos desde 2022.
Mientras tanto, los inversores asiáticos, tradicionalmente tenedores importantes de bonos del Tesoro estadounidense, también parecen estar reduciendo discretamente sus asignaciones. Los datos de negociación intradía sugieren que gran parte de las pérdidas recientes del dólar se concentran durante el horario de negociación asiático, un indicio que refleja un cambio de sentimiento en los mercados de bonos de la región.
La caída del dólar, por lo tanto, no es simplemente el resultado de una especulación de corto plazo, sino parte de un reequilibrio global estratégico.
Uno de los factores más llamativos que impulsan la caída del dólar estadounidense hoy es la ola de desinversión europea en acciones estadounidenses. Según estimaciones de analistas de UBS, los inversores de la eurozona representan aproximadamente una cuarta parte de todas las acciones estadounidenses en manos extranjeras. Esto significa que los cambios en la confianza europea pueden tener un impacto desproporcionado tanto en los mercados de valores como en el dólar.
A medida que el rendimiento de los mercados bursátiles europeos y asiáticos supera cada vez más al de Wall Street, los fondos europeos están reasignando capital a mercados más cercanos. La liquidación de estas posiciones en renta variable denominadas en dólares estadounidenses desencadena naturalmente la venta de dólares, lo que amplifica el impulso bajista.
Más importante aún, esta medida no se limita a cambios tácticos. La reducción subyacente de los ratios de cobertura y la asignación de activos extranjeros indica una respuesta estratégica más amplia a la valoración relativa, los diferenciales de tipos de interés y el riesgo cambiario.
Mientras Europa lidera el éxodo de acciones, Asia está reduciendo su exposición a los bonos estadounidenses, una tendencia menos visible, pero no menos significativa, que influye hoy en el dólar estadounidense.
Los inversores asiáticos poseen casi un tercio de todos los bonos del Tesoro estadounidense y de agencias en manos extranjeras. Históricamente, los bancos centrales eran los principales compradores, pero en los últimos años, las instituciones del sector privado han tomado la iniciativa. Estos llamados inversores de "dinero inteligente" son muy sensibles a la dinámica de precios y rendimientos. A medida que los rendimientos fluctúan y crece la preocupación por la sostenibilidad fiscal, estos inversores están empezando a ajustar sus carteras, a menudo de forma silenciosa, pero con consecuencias reales.
La transición de la demanda del banco central a la demanda privada introduce un nuevo tipo de volatilidad. Pequeños cambios en la asignación —especialmente en el mercado actual, donde las tenencias son cuantiosas— pueden generar cambios desproporcionados en la demanda y el precio.
Dado el tamaño de las tenencias globales, incluso ajustes modestos en la asignación de activos pueden provocar importantes salidas de capital. Un análisis de UBS sugiere que un simple cambio del 5% en las posiciones en dólares estadounidenses de los países del G10 podría traducirse en salidas de hasta 670 000 millones de dólares.
Europa sigue siendo el foco principal, ya que concentra la mayor parte de la exposición global a la renta fija extranjera. Durante la última década, los inversores europeos han acumulado más de 3,4 billones de dólares en activos de deuda externa, una parte significativa de los cuales está denominada en dólares.
Por lo tanto, incluso una ligera rotación que se aleje del dólar o de los activos estadounidenses en esta región puede generar movimientos bruscos tanto en los mercados de divisas como en los rendimientos de los bonos. Esto es especialmente cierto en un entorno de mercado frágil donde la liquidez disminuye durante las horas de menor actividad y donde los cambios de sentimiento pueden ser abruptos y autoalimentarse.
La ola de ventas del dólar estadounidense hoy plantea interrogantes más profundos sobre las perspectivas a mediano plazo de la moneda. Si bien factores cíclicos como los diferenciales de tasas de interés, los datos de inflación y los comentarios de la Reserva Federal siguen influyendo en los movimientos a corto plazo, los flujos estructurales ahora desempeñan un papel igualmente importante.
Los temas clave que configuran las perspectivas incluyen:
Revalorización del riesgo global: a medida que cambian las alineaciones geopolíticas y aumentan los costos de capital, los inversores internacionales se están volviendo más selectivos respecto de la exposición al dólar.
Desglobalización y regionalización: La tendencia hacia la preferencia por el mercado local está disminuyendo el carácter predeterminado del dólar.
Riesgos de oferta de bonos del Tesoro: Las crecientes preocupaciones sobre la emisión de deuda estadounidense y la política fiscal están frenando el entusiasmo por los activos en dólares de larga duración.
Las alternativas en aumento: si bien el dólar conserva su papel dominante, el interés en el oro, los activos denominados en yuanes e incluso las monedas digitales está creciendo silenciosamente entre los asignadores institucionales.
Estas fuerzas no sugieren un colapso inminente del dólar, pero sí señalan una era más volátil y políticamente sensible para el desempeño del dólar.
Hoy en día, el dólar estadounidense no solo responde a las señales de los bancos centrales ni al ruido macroeconómico a corto plazo. En cambio, se encuentra en una reevaluación fundamental por parte de los inversores globales, en todos los continentes y en todas las clases de activos.
Europa se está retirando de la renta variable estadounidense. Asia se está enfriando respecto a los bonos del Tesoro. En conjunto, estos cambios representan una recalibración coordinada que desafía las suposiciones arraigadas sobre el dominio del dólar.
En los próximos meses, tanto los operadores como los responsables de las políticas monetarias deberán monitorear no solo las previsiones de tipos de interés, sino también los flujos transfronterizos, los patrones de asignación institucional y el sentimiento geopolítico. El resultado podría ser no solo un dólar más débil, sino una reconfiguración del orden monetario global.
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